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Tenerife: el Gran Volcán del Atlántico

Sin lugar a dudas, la Isla de Tenerife, es uno de los lugares más singulares de nuestro planeta.

Encontramos este imponente edificio volcánico, que originalmente pudo superar los 5000 mts de altura sobre el nivel del mar, a una distancia aproximada de algo más de 1000 kilómetros de la costa sur europea y a unos 300 kmts de las costas occidentales del continente africano.

Por su latitud, el archipiélago canario en su conjunto debería ofrecernos un paisaje desértico, similar al que podemos encontrar en el continente frente al que se sitúa.

Sin embargo, es precisamente la imponente altura del volcán Teide, junto a la influencia de los vientos Alisios y la corriente fría del Golfo de México, lo que convierten a la isla de Tenerife en una suerte de micro mundo en el que podemos encontrar más de 200 microclimas. Un ejemplo es la zona de Anaga, en el norte de la isla; en esta región, podemos pasar de 0 a 1000 metros de altitud en un cortísimo tramo, encontrándonos con 3 climas diferentes en una distancia de 1 km.

Son de nuevo los vientos Alisios los que constituyen el factor esencial para la creación de una estratificación de la vegetación que nos sumerge, dependiendo de la altura que alcancemos y de la vertiente sobre la que nos encontremos caminando, en ecosistemas tan dispares y fascinantes como el cinturón halófilo. A pesar de la aparente aridez característica del sur de la isla, varias especies vegetales se han adaptado de una forma casi milagrosa a la altísima radiación y la influencia constante de la maresía o brisa marina, de ahí su denominación, halófilo precisamente significa amante de la sal, esparcida sobre la costa con el embate del viento que llega del océano. Aquí crecen pequeñas y no tan pequeñas especies vegetales que logran conquistar el paisaje con un grado de adaptación y singularidad únicos. El tomillo marino, la siempreviva, el tarajal o la magarza nos muestran la fuerza de la naturaleza y el poder de la vida donde pudiéramos pensar que sólo existiera la roca yerma.

Es sólo el principio de las muchas maravillas del reino vegetal que podremos admirar en esta tierra.

Las tabaibas y los cardones aparecen tan pronto abandonamos las rocas volcánicas que emergen junto al nivel del océano. Como si estuvieran dormidas, las tabaibas permanecen esperando con su aspecto prehistórico la llegada de las lluvias, brotando tras la llegada de éstas con un verdor inesperado y sorprendente que trasforma dramáticamente el paisaje. A mayor altitud, en las tierras de medianías, encontramos imponentes ejemplares de palmeras canarias, dragos (el más antiguo conocido puede verse en Icod de Los Vinos), y bosques de laurisilva. Un tesoro natural prehistórico, una reliquia del Terciario que en Tenerife pervive en los macizos de Anaga y de Teno, Aguagarcía y Tigaiga, donde podremos admirar laureles, líquenes, sanguinos, brezos, sauces, naranjos salvajes y mocanes. Encontramos hasta un total de 140 tipos de plantas únicas en el mundo, especies que sólo podremos admirar de forma natural en los suelos de esta isla.

Mención especial merece el pino canario, cuya resistencia al fuego constituye una de las características más impresionantes que podamos encontrar como método de adaptación a la amenaza constante de un paisaje moldeado por la continua actividad volcánica. Así, el pino canario, siendo capaz de concentrar una mayor densidad de sabia en el corazón de su tronco y habiendo desarrollado una corteza laminada más gruesa que la de sus hermanos de otros lugares, consigue literalmente renacer de sus cenizas (al menos de su tronco calcinado), como si de un ave Fénix se tratase, en el transcurso de pocos años.

No menos sorprendente es el paisaje de alta montaña que encontramos dentro del Parque Nacional de Las Cañadas del Teide, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 2007.

El Teide es el pico más alto de la geografía española. Al amanecer, su silueta proyecta la sombra más alta sobre el mar que podamos observar en toda la Tierra. El parque se creó en 1954 en reconocimiento a su singularidad volcánica y biológica. Nos esperan tajinastes, retamas, margaritas y violetas del Teide. Un total de 32 endemismos.

Accediendo a su imponente caldera por la vertiente norte que atraviesa la corona forestal, ascendiendo los montes de La Esperanza podremos admirar, si el tiempo es generoso en nuestra visita, no sólo los dos principales valles que se sitúan de forma opuesta desde las alturas (el de Güimar y el de La Orotava), sino también el imponente mar de nubes, que acaricia las cumbres de la isla proporcionando el abastecimiento continuo de agua que de forma natural condensa la espesa vegetación que crece en estas tierras, filtrándose a través del suelo volcánico y depositándose en el lecho interior de la inmensa roca creada con el magma que en sucesivas erupciones emergió de las entrañas de la tierra.

Entre los habitantes naturales de semejante variedad y riqueza encontramos el lagarto moteado, el orejudo canario, la paloma turqué y la rabiche, la pardela cenicienta, el canario, el guincho o águila pescadora, la Cleopatra canaria o el bisbita caminero. La profundidad del océano entre Tenerife y La Gomera (más de 2500 mts), inusual en lugares cercanos a la costa, nos permite poder observar con facilidad y en plena libertad calderones tropicales o delfines mulares durante todo el año.

Pero no es sólo la naturaleza la que nos sorprende, sus gentes, de carácter abierto y afable, conquistan al visitante con una cultura forjada como puente entre Europa y el continente americano.

San Cristobal de La Laguna, Patrimonio de la Humanidad desde 1999 supone sin lugar a dudas el mayor exponente arquitectónico y urbano de la isla. Su trazado intacto desde el siglo XV, así como los más de 600 edificios mudéjares que aun conserva, son ejemplo vivo del encuentro de las culturas europeas y americana, además de precedente directo de las urbes luego fundadas en el Nuevo Mundo. El antiguo pueblo portuario de Garachico, la Villa de La Orotava, Puerto de la Cruz, La Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, patrona del archipiélago o el caserío de Masca son algunos de los muchos paseos que podemos realizar para poder apreciar la belleza de una arquitectura con una personalidad única.

Santa Cruz de Tenerife, su capital, una ciudad luminosa y amable asentada junto al principal puerto marítimo de la isla, llena de música, alegría y color en los que son considerados los mayores Carnavales de Europa, y los segundos más importantes después de los de Río de Janeiro.

Por si no encontrásemos ya suficientes motivos para visitarla y conocerla, las costas del sur de la isla gozan de un clima privilegiado durante todo el año, tienen más de 3000 horas de luz y más de 300 días de sol al año, con una temperatura que oscila entre los 23 y los 27 grados todo el año. Los días son largos, en Invierno el sol sale sobre las 07:00 y se pone sobre las 19:00, mientras que en Verano podremos contemplar el atardecer mas allá de las 21:00.

Los cielos despejados y azules, el aire puro y los días soleados nos acompañarán durante cualquier época del año.

Partiendo de este privilegiado emplazamiento podremos disfrutar de todas las maravillas ya nombradas, además de su gastronomía (papas arrugás, mojo picón, escaldón, cochinonegro, vieja, sama, cherne, quesillo, bienmesabe…), su especialísima manera de preparar el café (el barraquito, típico de Tenerife es una equilibrada y exquisita mezcla de café, leche, leche condensada, licor y canela), sus fiestas, sus romerías, los deportes al aire libre, las incursiones en el mar o los paseos por la playa.

La oferta de ocio, así como de tiendas y restauración, han convertido a Tenerife en uno de los destinos turísticos más completos de toda Europa. Descansar durante unos días en este paraíso único en el mundo nos hará conectar de nuevo con la esencia de sentirnos verdaderamente vivos.

This Post Has One Comment

  1. kurgaan74

    muy bueno!!!!

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